No hay tópico más manido que del que no hay rival pequeño, pero no pocas veces la historia de las competiciones competiciones continentales ha dado la razón a esta aseveración. Seguro que todos tenemos en mente alguna eliminatoria en la que un grande del futbol europeo besaba la lona frente algún modesto de una liga secundaria tras haberse hecho camino dejando ilustres cadáveres a su paso. Esos precedentes deberían ser motivo de sobra para que el Athletic no se confíe frente al once de un viejo conocido como Thomas Christiensen. El futbol chipriota, a pesar de seguir siendo una cenicienta continental, dista mucho de ser aquel hace dos décadas se veía como un trámite de primera ronda.
En la presente competición el APOEL encabezó un grupo constituido por Oympiakos, Astana y el Schalke 04. Sin olvidar como hace cinco temporadas alcanzaron los cuartos de final de la Champions League, noqueando a ilustres como el Lyon hasta que el Real Madrid puso fin a su aventura europea.
La actitud de los chipriotas en el campo varía en función de la competición. En su liga su superioridad resulta casi aplastante, optando por un fútbol ofensivo con el ánimo de desbordar al rival. En Europa, sabedores de su inferioridad, optan por una estrategia defensiva, con tácticas como una alineación con cuatro defensas relegados a la zaga, con cinco centrocampistas y un único delantero que en ocasiones cuenta con la asistencia de las bandas. Los pases a la espalda son uno de sus puntos fuertes frente a los que tendrán que estar ojo avizor los centrales bilbainos.
A pesar de que no pocas veces pueden llegar a concentrarse hasta 9 jugadores en labores de defensa, los de Nicosia también tienen sus puntos débiles en dicho ámbito. La paciencia puede ser suficiente para tarde o temprano desbordar el muro que constituyen y las faltas a balón parado, que le han costado no pocos disgustos a la zaga chipriota, pueden ser una buena oportunidad.